
Edición numero 5
Posta? revistA
Ventanas
Durante mi infancia y toda mi adolescencia, no halllo entre mis recuerdos haberme mudado de casa. A partir de mi partida definitiva de la casa de mis padres, a los 19 años, aún puedo contarlas con los dedos de una mano.
Van casi 5 años de esta nueva vida de “nómade” y es ahí donde empiezo a perder un poco la noción del tiempo y el espacio en que habito. Me encuentro muchas veces con esta sensación de despertar sin saber en qué lugar me encuentro.

Mis nuevas y tantas casas han mutado: hoteles, autobuses, tiendas de campaña, barcos cargueros, trenes, estaciones de gasolina, fábricas abandonadas, casas de couchsurfers, de amigos, de familia… Estos “hogares de paso” supieron entregarme muchas vistas y experiencias. Por estos días, me toca una de las más bellas que puede haber tenido durante toda mi vida. Un cuadro viviente enmarcado en la ventana de mi cuarto. Donde cada mañana despierto viendo a los cormoranes posando en cada palo incrustado en el mar, junto a los pelicanos, gaviotas y la esbelta garza blanca desplegando sus alas, peces globo, aguja, alguna mantarraya -que a veces nos da un susto-.

Y en algúno de esos atardeceres donde el cielo estalla en mil colores, es posible que una familia de delfines juegue en el patio.
Las estrellas y la luna llena reflejan en el agua como luceros gigantes, y las fugaces, que nos hacen soñar aún más.
La película nunca acaba: en las noches en que la luna se esconde en los meses de junio a septiembre, las luciérnagas se embriagan en el mar. El señor plancton se convierte en rey de la noche. El borde de cada ola brilla por sí misma: la maravilla natural llamada “bioluminiscencia” Todo está detrás de la ventana de lo que hoy es mi casa.
